Conoce la química de la felicidad
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Eres único pero… eres humano Tus sentimientos y emociones son únicas, pero la química que las produce es la misma para todo el mundo. Tu experiencia vital es única, pero coincide con la de cualquier otro, pues las necesidades de supervivencia básicas son las que rigen la atención del cerebro. Dirás que tu vida no se centra en tu «supervivencia», y puede que conscientemente no sea así. Cuando hablas de ti mismo con palabras, tu atención se centra en objetivos de mayor rango, como la paz mundial y la justicia social, pero la química de la felicidad responde a tus perspectivas de supervivencia de mamífero, pues tu cerebro ha aprendido a definirlas. Conoce tu dopamina La dopamina fomenta la supervivencia diciéndole al cuerpo dónde invertir su energía. Nuestros antepasados buscaban comida caminando muy lentamente hasta que algo los excitaba, la dopamina les decía cuándo debían avanzar. El cerebro mamífero busca una y otra vez recompensas potenciales, y la dopamina es la señal de que ha encontrado algo.

Se siente bien, y eso motiva al individuo a seguir buscando y encontrando. Para comprender el cerebro es importante entender el proceso de búsqueda de provisiones. Nuestros antepasados no sabían dónde hallarían su próxima comida. Rebuscaban continuamente a su alrededor algo que tuviera buen aspecto y después invertían toda su energía en conseguirlo. La dopamina es la clave de todo ese proceso.
En el mundo actual, no necesitamos estar rebuscando el sustento, pero la dopamina nos hace sentir bien cuando buscando en nuestro mundo encontramos indicios de algo que antes nos hizo sentir bien y lo queremos tener.
Estamos constantemente decidiendo qué es lo que merece nuestro esfuerzo y cuándo es mejor ahorrarnos ese esfuerzo. Los circuitos de dopamina son los que guían esa decisión. Desearíamos que la agradable sensación de la dopamina perdurara todo el tiempo, pero eso es algo que no nos beneficiaría en absoluto.
¿Cuándo sentimos la dopamina?
Un corredor de maratón tiene una subida de dopamina cuando ve la línea de meta. Un futbolista tiene un aumento de dopamina cuando marca un gol y celebra esa victoria bailando. «¡Lo conseguí!», dice el cerebro al cuerpo, y hace que la persona se sienta tan bien que busque maneras de desencadenar de nuevo esa sensación.

Está claro que la dopamina no apareció por cruzar unas líneas pintadas en el suelo.
Evolucionó para liberar energía cuando se tiene la oportunidad de satisfacer una necesidad de supervivencia. Un simio que trepa para conseguir una fruta disfruta de la dopamina cuando se acerca a ella. La dopamina libera su reserva de energía de modo que puede satisfacer sus necesidades, y ese simio no dice «¡lo conseguí!» con palabras; la neuroquímica crea esa sensación sin palabras. La dopamina de un simio empieza a fluir tan pronto como ve la pieza de fruta que puede conseguir.
Eso sucede porque su cerebro formó una vía de dopamina la primera vez que probó la fruta. El azúcar creó el mensaje «esto satisface tus necesidades, ¡consigue más!».
Esa explosión de dopamina conectó todas las neuronas activas en ese momento; por ello, la dopamina se activa cuando ve algo similar en un futuro. Cómo se crean los circuitos de dopamina Tus circuitos de dopamina se forman a partir de tus propias experiencias de dopamina. Imagina una cría buscando alimento con su madre. Ella ve la excitación de la madre cuando se encuentran con una zona de deliciosas bayas.

¿QUÉ SON LAS NEURONAS ESPEJO?
Sus neuronas espejo (que reflejan el comportamiento de otras, como veremos en el capítulo 3) hacen que surja la dopamina antes de que la cría haya llegado a probar nunca ni una sola baya. Cuando la prueba por primera vez, su sabor, extraño en la naturaleza, llama su atención. Se desencadena más dopamina, lo cual abre un camino a las neuronas activas en ese momento. Eso le ayudará a reconocer, en un futuro, el lugar, los sonidos y los sabores asociados a esas bayas. Sin ningún esfuerzo ni propósito, la dopamina construye una plantilla neuronal que ayuda al individuo a encontrar recompensas; además, estimula la energía necesaria para obtener recompensas. No nacemos con unos circuitos que definen las recompensas que satisfacen nuestras necesidades, los construimos a partir de nuestra experiencia vital.
Por ello, una persona se apasiona comiendo grillos mientras que otra encuentra interesante el canal de televisión Food Network. Puedes satisfacer tus necesidades buscando una oportunidad profesional, en vez de con un lugar repleto de bayas, pero lo haces con un sistema operativo que satisface las necesidades de supervivencia desde antes de que existiera el lenguaje. Los altibajos de la dopamina Es posible que no experimentes un «¡Ohhh!» con las bayas, pues el dulzor no es ya un sabor extraño.

RECOMPENSAS PARA TU CEREBRO
Tu cerebro reserva tu energía para las recompensas que escasean en tu experiencia vital. Cuando contemplé las primeras cerezas de la temporada, experimenté cierta excitación, pero fue un entusiasmo que duró muy poco. Ver cerezas no me da felicidad de forma continuada, mi cerebro ahorra la dopamina para cosas relevantes en cuanto a mis necesidades presentes, y no la malgasta en cosas que están ya al alcance de mi mano.
Las recompensas sociales no están al alcance fácilmente, pues no pueden producirse masivamente, como las bayas y el azúcar. Buscar y descubrir premios sociales estimula la excitación de la dopamina. Las personas invierten años de esfuerzos intentando convertirse en un cirujano cardíaco o en una estrella del rock porque cada paso que dan hacia ese objetivo desencadena dopamina. Ya sea tu meta cometer el crimen perfecto o vivir en una playa, tu cerebro libera dopamina cuando emprendes los primeros pasos hacia esa meta. La recompensa social que estimula la dopamina depende de tu exclusiva experiencia vital. Pero todos vivimos con la realidad de que la dopamina se metaboliza con rapidez, y de que tenemos que volver a acceder a una recompensa para obtener más. Investigación sobre la dopamina La fugacidad de la dopamina se hizo evidente gracias a un importante estudio con simios.
A los animales se les entrenó para realizar una tarea y premiarlos luego con espinacas. Tras unos cuantos días, se les premió con unos chorritos de jugo de espinaca, en vez de con las espinacas. Fue una recompensa mayor de la que esperaban y la dopamina de los simios se disparó. Pero a medida que los investigadores siguieron premiando a los animales con el jugo de espinacas, los niveles de dopamina fueron reduciéndose en pocos días. Los cerebros de los simios dejaron de reaccionar ante el dulce jugo.

¿QUÉ ES LA SATISFACCIÓN?
En términos humanos diríamos que daban por sentada la satisfacción. La dopamina evolucionó para almacenar nueva información sobre el premio, y cuando no hay nueva información, no se necesita dopamina. Este experimento tuvo un final dramático. Los científicos volvieron a las espinacas y los simios reaccionaron con ataques de rabia. Empezaron a gritar y a tirar las espinacas a los científicos. Habían aprendido a esperar el jugo, que ya no les contentaba, pero el hecho de no tenerlo les hizo perder la cabeza.
Sin embargo, la asociación entre dopamina y supervivencia no siempre es obvia; los juegos de ordenador, por ejemplo, estimulan la dopamina aun cuando no satisfagan necesidades reales. Para conseguir los objetivos, el individuo activa el mecanismo de buscar y encontrar que evoluciona para la búsqueda de alimentos. Uno sigue disfrutando de la dopamina mientras sigue buscando recompensas.
La dopamina crea un camino que te comunica que esperes buenas sensaciones de los juegos de ordenador. La próxima vez que te sientas mal, tu cerebro reconocerá el juego como una manera de aliviar sensaciones desagradables. Desde la perspectiva de tu cerebro mamífero, atenúa la sensación de peligro, aunque la recompensa social resulta más imprecisa. Ejercicio: ¿Cuándo sientes la dopamina? La dopamina es la excitación que uno siente cuando espera una recompensa. Un león hambriento espera una recompensa cuando ve una gacela sola.

Un elefante sediento espera una recompensa cuando ve indicios de agua. La dopamina libera la reserva de energía del individuo cuando éste ve una manera de satisfacer una necesidad. Aun cuando uno está sentado e inmóvil, la dopamina incita a observar un gran número de detalles a fin de encontrar una ruta que sea, en cierto modo, relevante para sus necesidades. Cuando se hallan detalles que son los «adecuados», la cosa va bien. Encontrar la pieza del puzle que uno está buscando produce una buena sensación a cuenta de la dopamina.
Cualquier cosa que activó la dopamina en la juventud creó senderos neuronales que indican a la dopamina cuándo activarse en la actualidad. Esos circuitos funcionan sin palabras, de modo que la dopamina puede ser difícil de discernir. Podrás entenderlo si dedicas mucha atención a los patrones que conforman tus estímulos, tu excitación. A veces es más fácil verlo en los demás (aunque puede que ellos no valoren tus observaciones). Dedica tiempo a percibir la alegría de descubrir lo que buscas:
- En tu trabajo
- En tu tiempo libre
- En otra persona
- En recompensas que no estabas buscando