
No eran pocos los que soñaban con ello, muchas charlas entre familiares y amigos se han llenado con estos temas: que si no hay suficiente conciliación familiar, que si vamos atrasados con respecto a otros países en lo que a jornadas laborales se refiere, que si hay muchos trabajos que podrían hacerse desde casa la mayor parte del tiempo, que si ojalá tuviéramos más tiempo para no estar encerrados entre las cuatro paredes de la oficina.
Y ¡Voilá! Se cumplieron nuestros deseos.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en España, a lo largo del año 2019, sólo el 4,8% de las personas ocupadas realizaba su trabajo desde casa (teletrabajo), sin embargo, durante las primeras semanas del confinamiento, el porcentaje aumentó hasta el 34%. ¿No querías sopa? Pues toma dos tazas.
Porque no, no ha sido tan maravilloso como pensábamos. Lo pedíamos, sí, eso es verdad, pero esperábamos tener un periodo de adaptación, una mínima preparación y organización clara de este tipo de trabajo. Porque ¿Dónde están los límites?
Creíamos que trabajar desde casa sería algo más relajado, pero nada que ver.
El problema ante el que nos hemos encontrado es que, de repente, parece que trabajamos sin parar las 24 horas del día. Antes sabías cuándo entrabas y cuándo salías, ahora ya no es tan fácil desconectar. ¿Cómo no vas a atender la llamada del jefe, aunque sean las ocho y media de la tarde? A la hora de la verdad, ni las empresas han establecido unos baremos claros sobre el teletrabajo ni nosotros nos hemos visto capaces de marcar nuestro territorio o espacio. Porque no, estar respondiendo emails a las diez de la noche de un domingo no debería ser lo habitual, mucho menos una exigencia.
Todo esto produce estrés y ansiedad. Somos animales de rutinas y, cuando nos quitan eso que ya tan bien conocíamos y a lo que estábamos acostumbrados, nos sentimos muy desorientados.
Hay que sumar el miedo a la crisis sanitaria, a la pérdida del empleo, las tareas del hogar, la responsabilidad familiar. Muchas obligaciones que atender de golpe en un lugar apacible para descansar, pero poco preparado para trabajar y mantener la concentración.
Trabajar siempre puede producir algo de estrés, pero si no marcamos un orden estricto va a ser muy difícil no dejarse arrastrar por la vorágine del papeleo acumulado, las llamadas eternas y las tareas pendientes.
Por no hablar de las dudas ¿Qué hacemos cuando no sabemos resolver algo? Antes solo teníamos que girar la cabeza y algún compañero nos ayudaba o los informáticos de soporte técnico estaban ahí para solucionar la papeleta. Ahora estás solo ante el peligro y no puedes permitirte perder tanto tiempo en encontrar una solución viable.
Lo llaman tecnoestrés, y lleva viviendo con nosotros un tiempo. Ya en el año 2017 (mucho antes de la pandemia), siete de cada diez españoles aseguraba que les resultaba imposible desconectar pues las nuevas tecnologías incrementaban su nivel de estrés.
Nos desesperamos si la conexión es demasiado buena pues no dejan de llegarnos emails y WhatsApp y tenemos el compromiso moral de trabajar, pero si hay mala conexión también perdemos los nervios pues somos impacientes y se nos acumula el chollo.
Cada casa y cada trabajador es un mundo, pero hay algunos tips que pueden ayudar a gestionarse mejor y evitar el temido estrés:
- Organización horaria. Trata de establecer un horario laboral más o menos estable. Tú eres quien mejor sabe los momentos de mayor eficacia y productividad. Si funcionas mejor a primera hora de la mañana y te sientes más fresco que por la tarde, concentra las actividades más intensas en ese margen para que el final del día sea más calmado.
- Prepara un espacio de trabajo adecuado donde cuides las condiciones: pantalla, luz, ventilación, altura de mesa y silla etc.
- Realiza breves pausas para descansar la visión, estirar y desconectar unos instantes.
- Respeta los momentos de descanso. Para ofrecer el cien por cien necesitas cargar pilas. Tener momentos para ti y para realizar otras actividades es fundamental para mantenerte despejado y equilibrado.
- Trabajar desde casa no implica necesariamente hacerlo en pijama con la legaña pegada. La imagen es importante, no para los demás, sino para uno mismo. Desayuna, dúchate y cámbiate de ropa, estos detalles animan a cualquiera.
Y es que el estrés puede venir de muchas partes, no solo del trabajo en sí mismo. Pasar tanto tiempo en casa sin relacionarse con otras personas, sin cambiar de aire ni “ponerse el tacón”, puede acabar afectando la moral y las emociones. No hay que perder de vista que las rutinas son saludables, buscar hacer cosas diferentes y mantener el contacto con amigos y familiares redundará en nuestro beneficio pues, a la hora de la verdad, pasar todos los días encerrados en casa sin distinguir ocio/descanso de trabajo puede afectarnos negativamente. Toda jaula, por muy de oro que sea, sigue siendo una jaula.
Llegará el momento en que todo esto pase y el teletrabajo, que ha venido para quedarse, sea algo normal perfectamente regulado a lo que nos adaptemos de forma lógica y equilibrada. Mientras tanto, todos vivimos en una situación excepcional que, por muchos motivos, es complicada y simplemente nos estamos dejando llevar, sobreviviendo al día a día.
El trabajo dignifica, pero somos mucho más que meros currantes. Si vivimos enganchados a la tecnología y la tecnología se convierte en nuestro medio de subsistencia ¿Dónde queda el resto de la vida?
Teletrabajar, sí. Disfrutar de la vida real, también.
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